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El viaje a Londres que cambió a Prada: “Fue la base de lo que hago hoy”

Ya en los años 70 Prada era un joven un tanto diferente. Llamaba la atención por su estilo, peculiar para muchos, raro para otros, defendía con pasión cualquier cosa que emprendia, a pesar de las dudas que suscitaba al ir contracorriente.

Con tan solo 25 años decidió hacer un viaje a Londres con su amigo Pedro Cotado, un pintor que creó el famoso logo de Prada A Tope que a día de hoy seguimos utilizando. El porqué del viaje lo tenían claro desde el principio: aprender y ver lo que se cocía en aquel momento en Londres. Y así fue. Esta experiencia no cambió la vida a Prada, pero supuso un punto de inflexión en su forma de ver lo que estaba haciendo, se afianzándose en su idea original.

La aventura comenzó con la ilusión propia de cualquier joven que quiere conocer mundo y, con su mítico coche prácticamente recién comprado y su estética particular, em compañía de Pedro Cotado puso rumbo a Londres. Pero, de camino, descubrió mucho más.

Fue un viaje repleto de anécdotas y algún que otro contratiempo. Ya en la frontera con Francia les permitieron entrar mientras los gendarmes hacían un pase torero. En el país galo conocieron Biarritz, Burdeos y París, donde comieron frente a Notre Dame. Tras visitar las catedrales de Reims, Chartres y hasta Calès, los bobbies les requisaron la comida que llevaban preparada, unos chorizos que Adela, la madre de Prada, les había metido para el viaje, pero con las ganas intactas y una energía A Tope, llegaron a Londres.

Allí, Prada y Pedro descubrieron un cúmulo de modas, libertades y actitudes que en España era impensable ver durante aquella época. El mundo iba a un ritmo diferente. Por eso, sin olvidarse del propósito principal de aquel viaje, Prada, sorprendido, aprendió mucho. Visitó museos, parques y lugares donde la gente se expresaba sin miedo. Asegura que conocer aquella realidad le “dio una fuerza increíble”, porque, mientras que en El Bierzo había quien le criticaba por ser, quizá, demasiado innovador, “me di cuenta de que hacía lo que se tenía que hacer, de acuerdo a mis principios”.

Fue a partir de entonces cuando Prada asumió la filosofía que sigue defendiendo a día de hoy: “hacer lo que uno crea, siempre dentro de la estética, de la ética y la libertad, respetando al compañero, al oponente y las opiniones de los demás”, tal y como él mismo afirma.

Por aquel entonces, la estética de Prada A Tope ya existía. Era innovadora, diferente. Y también especial. Sin embargo, durante ese viaje aprendió lecciones que le fueron inspirando y adoptó poco a poco. Hoy recuerda con cariño aquel momento de su vida que le sirvió para, recuerda, “tener una confianza total en lo que hacía, con la seguridad casi absoluta de que estaba en lo cierto”. El tiempo, el trabajo y el esfuerzo le fueron dando la razón e hicieron que se le empezara a ver y considerar de otra forma…