[:es]Llevo oyendo afirmaciones de que invirtiendo no sé cuantos cientos de miles de millones en nuestra provincia, en repoblar nuestros montes, se van a generar no sé cuantos miles de puestos de trabajo y un desarrollo importantísimo en nuestro mundo rural. Yo, la verdad, oigo todo eso un día sí y otro también y, casi. , casi, me da la risa… Al final en vez de risa me pongo de mala ostia. Me explicaré el porqué: desde que tengo uso de razón (por desgracia la tuve que tener nada más que me salieron los dientes), ya se oían en la radio y en los periódicos, ¡aquellos periódicos y radio del movimiento!, las bondades y las riquezas que traían consigo las repoblaciones forestales que, por decreto, ¡por supuesto!, se ordenaban desde el gobierno central de Madrid. Aquellas replantaciones en los años 50, 55, no gustaban en los pueblos, porque eran impuestas por ley, sin respetar para nada las costumbres, ni las tradiciones, ni la forma de vivir que tenían, ¡había que aceptarlas por cojones!. De todas maneras, en aquellos años no había en el campo, hablo de la montaña del Bierzo, Ancares y Fornela, ó La Cabrera, ó Ibias, en Asturias, ó Cervantes, en Lugo…, digo que no había medios para tener dinero contante y sonante. Aquellos sueldos que se pagaban por ir a plantar pinos les venían muy bien a aquellas familias, ya que cobraban en pesetas, listas para poder comprar lo más necesario; aceite, azúcar, vino, en fin, lo más elemental… En ese sentido, las replantaciones cumplieron un fin social extraordinario, dentro de la pobreza extrema que había, eso es innegable. Cuando los años fueron pasando, aquellos sueldos se acababan, y para colmo, el monte en donde había pastado el ganado toda la vida, no se podía tocar, ¡la cosa era fea para aquella gente!, ¿la solución?, los que podían, los jóvenes, se marcharon para las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Bilbao… Otros, emigraron al extranjero… Otros se fueron a las minas, en fin…, en los pueblos se quedaba muy poca gente. Eso era, en definitiva, lo que se intentaba desde Madrid, que la gente se largara del pueblo, para así, la clase dirigente, venderles en la ciudad aquellas casas asépticas, anodinas y “muy finas”, apiñados en grandes y monstruosas colmenas. ¡Cuantas fortunas se hicieron así!. Fue un verdadero desmán… Otra cosa que soñaban aquellos dirigentes era también tener en aquellos montes repoblados, ya sin gente, su coto particular para cazar. Sí, sí, en el fondo esa era otra de las razones de tanta repoblación forestal, hecha siempre desde arriba, desde el ordeno y mando, hecha siempre desde la prepotencia y desde el supuesto que el hombre del pueblo no sabe, no reclama, no incordia…En aquellos pueblos, a pesar de todo, quedó gente, poca, pero alguna quedó… Una cosa que no sabían aquellos insignes mandatarios, ni creo que aún lo hayan aprendido a través del tiempo otros del presente inmediato es: que el hombre del pueblo parece tonto hasta que quiere… ¡Nada más!. Cuando ve, que le están “jodiendo” por todas partes, se defiende y lo hace con los medios a su alcance…, y…, entonces, arde un monte aquí, arde un pinar mas allá, arde un seto de castaños otro día, arde, lo que tenga que arder…, ¡faltaría más! Desde los años 60 hasta los 70-75, los incendios iban parejos, más o menos, a las replantaciones hechas. Desde esa fecha hasta hoy, se quema más de diez o quince veces lo que se replanta. El ritmo ¡tiene tela!. Esta es la realidad, esta es la simple y llana verdad. No es cuestión de gastar cientos de miles de millones. La función del bosque en León debe de tener tres premisas: Económica, Ecológica y, por supuesto, Social. Se debe de plantear una política de entendimiento coordinada y pactada entre el Estado ó la autonomía, los ayuntamientos, Juntas vecinales, y los propios vecinos, haciéndoles ver con hechos y realidades que al plantar sus montes se hará con mano de obra del propio entorno, que en la limpieza y desbroce de los años venideros, se hará con la gente de lugar. Se les hará ver que el dinero a “invertir” no se va para una o varias empresas “de no se sabe donde”, que todo lo dejan hecho de cualquier manera… en fin… se le hará ver a la gente del pueblo que se plantan árboles de los que antes había, robles, castaños, abedules, madroños, hayas, cerezos, etc., que cuando sean grandes harán un bosque de verdad con vida, y así se cumpla el lema que debe ser el santo y seña del tema forestal “producir conservando”. Señores: ¡no hay más secretos!. No se pueden seguir haciendo leyes y más leyes, decretos y más decretos, sin tener en cuenta al verdadero protagonista del tema forestal: el ciudadano del pueblo, que es quien lo tiene que ver claro, vivir el bosque plenamente para atenderlo y cuidarlo por propia convicción, ¡no tiene duda!. Si como está pasando hasta ahora ,se le atosiga con noticias de miles de millones y él no ve ni un duro, y encima, se le rodea de pinos…, se encabrona , y al final, sucede lo que a todo el mundo nos parece como uno de los mayores desastres de nuestra provincia… ¡no tiene duda! Escribo todo esto con rabia y hasta con un cierto dogmatismo…, pero es que ves como está cuidado Santander o el País Vasco, que están aquí al lado, y no puedes menos que revelarte… Tendremos incendios y deterioro, ¡todo el que queramos!, mientras se sigan dando noticias de miles de millones. Hay que bajarse de la burra y hablar de gastar “tantas mil” en tal, o cual pueblo, con los vecinos, allí es donde se genera el embrión del Futuro Forestal de nuestra provincia, allí, sólo allí, ¡ojo periodistas!. No entréis al trapo de los miles de millones. No sirven nada más que para ver espejismos. Al final, el ciudadano que lee el periódico ya no se cree nada, tantos miles de millones por aquí y por allá, al final, se hace escéptico, se encierra en sí mismo y va a lo suyo… ¡Eso es fatal para una comunidad!… Punto…”[:]
Repoblación forestal, ¿para quién?
Llevo oyendo afirmaciones de que invirtiendo no sé cuántos cientos de miles de millones en nuestra provincia, en repoblar nuestros montes, se van a generar no sé cuantos miles de puestos de trabajo y un desarrollo importantísimo en nuestro mundo rural.
Yo, la verdad, oigo todo eso un día sí y otro también y, casi, casi, me da la risa… Al final en vez de risa me pongo de mala ostia. Me explicaré el porqué: desde que tengo uso de razón (por desgracia la tuve que tener nada más que me salieron los dientes), ya se oían en la radio y en los periódicos, ¡aquellos periódicos y radio del movimiento!, las bondades y las riquezas que traían consigo las repoblaciones forestales que, por decreto, ¡por supuesto!, se ordenaban desde el gobierno central de Madrid.
Aquellas replantaciones en los años 50, 55, no gustaban en los pueblos, porque eran impuestas por ley, sin respetar para nada las costumbres, ni las tradiciones, ni la forma de vivir que tenían, ¡había que aceptarlas por cojones! De todas maneras, en aquellos años no había en el campo, hablo de la montaña del Bierzo, Ancares y Fornela, o La Cabrera, o Ibias, en Asturias, o Cervantes, en Lugo…, digo que no había medios para tener dinero contante y sonante. Aquellos sueldos que se pagaban por ir a plantar pinos les venían muy bien a aquellas familias, ya que cobraban en pesetas, listas para poder comprar lo más necesario; aceite, azúcar, vino, en fin, lo más elemental… En ese sentido, las replantaciones cumplieron un fin social extraordinario, dentro de la pobreza extrema que había, eso es innegable. Cuando los años fueron pasando, aquellos sueldos se acababan, y para colmo, el monte en donde había pastado el ganado toda la vida, no se podía tocar, ¡la cosa era fea para aquella gente!, ¿la solución?, los que podían, los jóvenes, se marcharon para las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Bilbao… Otros, emigraron al extranjero… Otros se fueron a las minas, en fin…, en los pueblos se quedaba muy poca gente. Eso era, en definitiva, lo que se intentaba desde Madrid, que la gente se largara del pueblo, para así, la clase dirigente, venderles en la ciudad aquellas casas asépticas, anodinas y “muy finas”, apiñados en grandes y monstruosas colmenas. ¡Cuántas fortunas se hicieron así! Fue un verdadero desmán… Otra cosa que soñaban aquellos dirigentes era también tener en aquellos montes repoblados, ya sin gente, su coto particular para cazar. Sí, sí, en el fondo esa era otra de las razones de tanta repoblación forestal, hecha siempre desde arriba, desde el ordeno y mando, hecha siempre desde la prepotencia y desde el supuesto que el hombre del pueblo no sabe, no reclama, no incordia…En aquellos pueblos, a pesar de todo, quedó gente, poca, pero alguna quedó…
Una cosa que no sabían aquellos insignes mandatarios, ni creo que aún lo hayan aprendido a través del tiempo otros del presente inmediato son: que el hombre del pueblo parece tonto hasta que quiere… ¡Nada más! Cuando ve, que le están “jodiendo” por todas partes, se defiende y lo hace con los medios a su alcance…, y…, entonces, arde un monte aquí, arde un pinar más allá, arde un seto de castaños otro día, arde, lo que tenga que arder…, ¡faltaría más!
Desde los años 60 hasta los 70-75, los incendios iban parejos, más o menos, a las replantaciones hechas. Desde esa fecha hasta hoy, se quema más de diez o quince veces lo que se replanta. El ritmo ¡tiene tela! Esta es la realidad, esta es la simple y llana verdad.
No es cuestión de gastar cientos de miles de millones. La función del bosque en León debe de tener tres premisas: Económica, Ecológica y, por supuesto, Social. Se debe de plantear una política de entendimiento coordinada y pactada entre el Estado o la autonomía, los ayuntamientos, Juntas vecinales, y los propios vecinos, haciéndoles ver con hechos y realidades que al plantar sus montes se hará con mano de obra del propio entorno, que, en la limpieza y desbroce de los años venideros, se hará con la gente de lugar. Se les hará ver que el dinero a “invertir” no se va para una o varias empresas “de no se sabe dónde”, que todo lo dejan hecho de cualquier manera… en fin… se le hará ver a la gente del pueblo que se plantan árboles de los que antes había, robles, castaños, abedules, madroños, hayas, cerezos, etc., que cuando sean grandes harán un bosque de verdad con vida, y así se cumpla el lema que debe ser el santo y seña del tema forestal “producir conservando”.
Señores: ¡no hay más secretos! No se pueden seguir haciendo leyes y más leyes, decretos y más decretos, sin tener en cuenta al verdadero protagonista del tema forestal: el ciudadano del pueblo, que es quien lo tiene que ver claro, vivir el bosque plenamente para atenderlo y cuidarlo por propia convicción, ¡no tiene duda! Si como está pasando hasta ahora, se le atosiga con noticias de miles de millones y él no ve ni un duro, y encima, se le rodea de pinos…, se encabrona, y al final, sucede lo que a todo el mundo nos parece como uno de los mayores desastres de nuestra provincia… ¡no tiene duda!
Escribo todo esto con rabia y hasta con un cierto dogmatismo…, pero es que ves cómo está cuidado Santander o el País Vasco, que están aquí al lado, y no puedes menos que revelarte… Tendremos incendios y deterioro, ¡todo el que queramos!, mientras se sigan dando noticias de miles de millones. Hay que bajarse de la burra y hablar de gastar “tantas mil” en tal, o cual pueblo, con los vecinos, allí es donde se genera el embrión del Futuro Forestal de nuestra provincia, allí, sólo allí, ¡ojo periodistas! No entréis al trapo de los miles de millones. No sirven nada más que para ver espejismos. Al final, el ciudadano que lee el periódico ya no se cree nada, tantos miles de millones por aquí y por allá, al final, se hace escéptico, se encierra en sí mismo y va a lo suyo… ¡Eso es fatal para una comunidad!… Punto…
