En este momento estás viendo Maceración, un vino emblemático y muy especial

Maceración, un vino emblemático y muy especial

Hoy en nuestro blog os queremos hablar de uno de los vinos que más representan nuestra bodega: Maceración Carbónica. Y no es una forma de hablar, ya que somos una la única de las dos únicas bodegas de Castilla y León, una en Toro y nosotros en El Bierzo, que aplican el método de elaboración que seguimos con este vino, y del que os hablaremos más adelante.

Empezando por lo más fundamental, la uva, la materia prima con la que elaboramos nuestro Maceración es la casta mencía. Tal y como explica Flor Bonet, la mencía es una “variedad autóctona de El Bierzo, por la que apostamos desde los inicios, que da unos vinos jóvenes espectaculares”. Pensando ya en la elaboración, Flor señala que el proceso que seguimos con este vino es “muy cuidado, necesita mucho mimo, mucho cariño”.

Pero, ¿en qué consiste? José Manuel Ferreira, enólogo de Prada A Tope señala que todo empieza, como no podía ser menos, en la naturaleza, en las viñas. “Vendimiamos a mano, cogemos la uva con mimo y esmero, buscando que no se rompan los racimos”. Una vez en bodega, introducimos la uva tal cual llega, sin despalillar ni desgranar, en el interior de los depósitos, que cerramos después. Y es ahí, con los depósitos cerrados, cuando comienza la elaboración del propio vino. Tal y como destaca Ferreira este es “un vino en el que apenas hay manipulación. Va a encerrar todos los secretos que tiene la uva mencía y la personalidad y el terruño de la parcela en la que ha nacido”.

La uva se mantiene unos días en los depósitos y es ahí donde, en palabras de José Manuel Ferreira, “sucede un poco la magia”. ¿Por qué? “La uva que inicialmente tiene la pulpa incolora, se transforma en tintorera, es decir, el color difunde hacia el interior. Es un poco como si cada granito de uva fuera un pequeño depósito de vino en el que brotara de forma espontánea, y esa es la gran magia de esta elaboración, el vino en el interior del depósito”, explica.

Unos quince días después solo queda separar esos granos de uva que están enteros y sin romper, prensarlos y dejarlos para que terminen de fermentar.

El resultado es “un vino súper afrutado, intenso. Un vino que enamora, que no deja indiferente”, explica Ferreira. “Es un vino con una personalidad brutal, increíble. La falta y la ausencia de manipulación lo convierte en un vino puro que además refleja a la perfección la esencia de El Bierzo”, concluye.